anexo acuatico

hola peces y pescadas, mundo acuatico, espacio de agua. FLOTANTE, posible.

Apenas el rumbo de la corriente, es tan fácil sumarse como alejarse.Planctón, algas, alimento no falta. Permanecer es un acto de amor; participar, pura generosidad. Un solo nombre,un equipo, cardumen. Anexo, el que esta cerca. Muy cerca.

mucho trabajo para mucha gente



muestra colectiva

muestra  colectiva

martes, 13 de enero de 2009

arlequina





el tiempo,
máquina bestial,
no se detiene,
el tiempo,
ficción encantadora
duración prometedora o demoledora
sigue rodeándonos, sigue, se perpetúa,
vuelve, da la vuelta a la esquina.

enero en Buenos Aires tiene una ventaja, o al menos una, el subte circula semi-vacío; se puede viajar leyendo, apoyada contra la pared del primer vagón y oyendo no atentamente (oir no es lo mismo que escuchar, alumna, usted oye pero no escucha ¿me escucha?) a los maquinistas que discuten acaloradamente mientras mueven una (siempre veo una) palanca. Ella bajó en 9 de julio conmigo; hizo la combinación con la línea C hacia Constitución; entonces solo alcancé a ver su collar de arlequín, de madera coloreada; deseando fervorosamente que fuera mío, que estuviera en mi cuello, aunque también pensé si no sería tan incómodo como el collar que le regalé a Maus para navidad, quien al principio no se quejó del adorno verde brillante pero que me hizo pensar que había adquirido pulgas porque no dejó de rascarse el cuello hasta que se lo saqué y después por dos días más. El subte frenó en Independencia y bajé como acostumbro los últimos días (tanto la línea C como la E tienen en ese lugar una estación con el mismo nombre, curioso, no suele suceder), la chica arlequina caminaba nuevamente unos pasos delante, subía mecanicamente la escalera mientras leía un libro, y yo con mi libro naranja de Cortázar, con esas ganas de seguir leyendo su ensayo narrativo, pero no, no desarrollé ese don de lectura-subida-mecánica-por-la-escalera; esta imposibilidad me permitió contemplar más detenidamente a mi arlequina; llevaba una explosión de colores, una pollera azul, una remera verde con dos tiradores en lineas multicolores, su collar salvajemente decorado, y remataba el conjunto una cartera con un entrecosido de papeles, tiras de colores, muchos, muchos, no pude contarlos, pero estaba el rojo, el verde, el violeta, el amarrillo, el naranja. Cuando terminamos de subir la escalera ella guardó su libro, y rodeo amorosamente su cartera, protegiéndola, porque el peso del libro era más de lo que la pobrecilla podía soportar. Subimos la segunda escalera que nos saca de ese hoyo mal ventilado y nos conduce a la mismísima avenida 9 de Julio y en esta ocasión tuve la oportunidad de mirar sus pies, calzaba unos zapatos charolados en azul francia, muy de moda la temporada pasada, ella los llevaba con el resto de sus colores y qué importaba la temporada; bellísima, tenía el cabello sujeto por un elástico violeta. Salimos, ya en Independencia tomó la brusca decisión de cruzar la avenida; sin aviso previo; claro, en esta altura del año está reparación y completamente cortada, así que la seguí, por el solo hecho de seguir contemplándola desde atrás; una vez abordada la vereda regalome el gesto del día, soltó su elástico y dejo caer un racimo de bucles, perfectos, y como si esto fuera poco, sacudió su cabeza y comenzó a acomodarse uno a uno sus bucles, dobló en Tacuarí. Dobló en Tacuarí.

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