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muestra colectiva

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martes, 9 de junio de 2009

CULTURA / ESPECTACULOS › MUESTRA DE DIANA AISENBERG EN EL CENTRO CULTURAL PARQUE DE ESPAñA

Para volver a creer en la pintura

Se trata de la mejor muestra de la ciudad en lo que va del año, curada por Roberto Amigo. Se llama "Escuela" y se inauguró el viernes pasado con una "Adoración a la Madonna protectora de las artes", a cargo de músicos locales.






Por Beatriz Vignoli

Una reivindicación de la pintura y del arte de pintar: eso y mucho más es la magnífica muestra individual que la pintora, docente y cazadora de intuiciones y certezas Diana Aisenberg (Buenos Aires, 1958) presenta en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río) hasta el 1 de julio. Sin duda, la mejor muestra de la ciudad en lo que va del año. Con la curaduría de Roberto Amigo y titulada "Escuela", se inauguró el viernes pasado con una singular "Adoración a la Madonna protectora de las artes". (Ver: http://madonnadelarteysuperiplo.blogspot.com)

"Escuela" y "adoración" son dos palabras en las que conviene detenerse, explorándolas siguiendo el método que desarrolló Aisenberg en su proyecto en colaboración que ahora es libro: Historias del arte, Diccionario de certezas e intuiciones (Adriana Hidalgo, 2004). (Más en http://daisenberg.spaces.live.com).

El concepto de "escuela" se despliega materialmente en la muestra bajo la forma de fondos negros opacos que evocan pizarrones y trazos de pastel a la tiza cuya escena es la de la enseñanza, pero cuya iconografía se espiritualiza, por así decirlo, en tanto plantea una apuesta a la belleza sensible a través de flores, hojas, colores, animales y retratos. Pero "escuela" es también genealogía, linaje, magisterio. La de Diana Aisenberg propone un cruce singular entre: (1) el lenguaje pictórico y cromático del primer modernismo (el de Kandinsky); (2) la pintura emotiva y expresionista de los primeros años de la década de 1980; (3) el arte religioso gótico urbano del Medioevo tardío; (4) el oficio de pintar, y su alegría; (5) los cielos vistos en visiones por un místico moderno, Emmanuel Swedenborg; (6) los templos y los barrios antiguos de la ciudad de Jerusalén; (7) las estampitas que te venden en el subte, y (8) las niñas hermafroditas que habitan los mundos míticos inventados por un artista loco, un asceta del siglo XX llamado Henry Darger, hoy puesto de moda desde las categorías de lo marginal. "Voto por lo celestial en Darger", dice Aisenberg, no sin cierta mal disimulada indignación. "El arte era su curación y su plegaria". Aisenberg reniega de lo religioso como dogma y prefiere definir la fe como "una apuesta a una posibilidad".

Todo lo cual equivale a decir que si la palabra "dantesco" hubiera sido acuñada por Aisenberg, tendría que ver menos con el infierno que con el paraíso. Es que Diana Aisenberg eleva. Sube literalmente sus Madonnas de 1982 y 1983, pintadas en Loxon, a la parte del segundo túnel del CCPE que se arquea en lo alto, resignificando así los lóbregos túneles en arquitectura religiosa no dogmática y en fresco de basílica. Y "Madonna" aquí no significa estrella pop. No sólo por la fecha, sino porque en la pintura de Aisenberg "estrella" significa muchas otras cosas.

"En mi obra puede haber humor, pero no ironía. No tengo ironía, no estoy de vuelta de nada", afirma. ¿Pero qué pensar de la coincidencia entre su pelo rojo y el de la Madonna adorada? Como no viene del catolicismo sino del judaísmo, Aisenberg pasó por alto la fina distinción que hacen tanto el dogma eclesiástico como la tradición pictórica entre (1) veneración (debida a los santos), (2) hiperdulía (nombre particular que recibe el culto de la Virgen María) y (3) adoración (sólo a Dios). "Adoración", en todo caso (le sugiere la cronista), es la de los Reyes Magos por la divinidad aún no manifestada, pero señalada por la estrella de Belén que los guió. Ese mito bíblico sería además toda una alegoría de lo que le sucede al alma humana cuando toma la creación estética como camino: halla lo divino en su morada (de hecho... ¡el pesebre es una suká! coinciden entrevistada y cronista). Es guiada hasta allí por una luz en medio de la oscuridad, que viene de lo alto y que el alma, simbolizada por los reyes astrónomos, sabe reconocer como guía. Entonces, Diana Aisenberg no es la adorada (ni lo quiere ser) sino la adoratriz. No otra es su tarea como artista: partiendo de un saber (el del lenguaje pictórico) y de una forma (el mapa del cielo; la forma compositiva en este caso) sigue una intuición hasta que halla la chispa divina del sentido. Y la halla ahí donde todavía no se ha manifestado en toda su gloria. Y la adora: así como lo fue para Darger, la pintura es su plegaria. ¿Esto es místico? Esto es mítico, esto es mágico. "Mágico como transformación de una vida o de un espacio. La magia puede cuidar", define Aisenberg.

Y de transformación precisamente se trata el recorrido. Iniciado precisamente en Jerusalén, en la Universidad de Arte Bezalel, donde estudió de 1976 a 1982, sosteniéndose en el arte mientras la dictadura militar asesinaba a sus amigos. Regresó a una Buenos Aires arrasada, precaria, desolada, y asumió esa precariedad realizando sus pinturas, verdaderas exquisiteces en cuanto a composición y color, con los materiales pobres que encontraba. De 2001 en adelante, sin embargo, incorpora un barniz artesanal tipo resina, el vidrio líquido: "Más brillo, más consistencia, que brille: si hay miseria, que no se note", dice con una sonrisa.

"Esta obra, en gran parte, sale por primera vez del depósito al público especialmente en esta ocasión directo al Parque España, después de años", escribía Aisenberg antes de la inauguración en un mensaje personal. "Hay obras de los 80, o sea, 30 años que no circulan. Esta muestra, si bien tiene módulos básicos definidos por mí antes de empezar, suma una sala de proyecciones donde hay video arte, video documental, una sección que es la adoración a la madonna protectora de las artes que se realiza en cada parada de la muestra con la participación de artistas locales, esta vez coordinada por Mario Caporali, quien organiza música para la madonna". Cabe agregar que la "adoración" por la orquesta de cámara de música china mario dante/guo cheng, que debutó en esta ocasión con su primer concierto, alcanzó momentos de verdadero éxtasis barroco y dicha celestial. Vestidos de blanco y con collares de flores artificiales, Mario Caporali en voz y piano, Cecilia Lenardón y Vladimir Garbulsky en clarinetes, Emiliana Arias en percusión, Martín Merino en contrabajo, Sebastián Orozco en programación y los violinistas Pachi Gayoso y Franco Dolci, dieron una performance tan maravillosamente excéntrica como inspiradora e inspirada.

Una nota aparte merecerían las exquisitas obras recientes, donde Aisenberg resignifica (entre otros) el género paisaje, y la amplia colección de cuadernos de artista que pueden verse en esta ocasión particular. Más que suficiente para volver a creer, sí, en los Reyes Magos (aunque sólo sea en un sentido mitopoético) y, sobre todo, en la pintura.

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